Un niño que se está comportando mal no causa vergüenza, y no requiere castigo. Es un pedido desesperado de atención, es decir a voz en grito que tiene sueño, o un llamado a la acción pidiendo límites más firmes y coherentes. Es el tira y afloje del pequeño poniendo a prueba su independencia en crecimiento: él tiene el irresistible impulso de traspasar los límites, mientras que también necesita saber con desesperación que se lo controla y está seguro.
No cabe duda de que los niños necesitan disciplina. Como decía la especialista infantil Magda Gerber: “La falta de disciplina no es bondad, es negligencia”.
La clave para una disciplina saludable y eficaz es nuestra actitud. La etapa que va entre alrededor de los 12 meses y los 3 años es el momento perfecto para pulir las habilidades de crianza que darán lugar al liderazgo sincero, directo y compasivo del que dependerán nuestros hijos en los años venideros. Algunas pautas:
1. Comience con un entorno predecible y expectativas realistas. Una rutina diaria predecible permite al bebé anticipar qué se espera de él. Ese es el comienzo de la disciplina. El hogar es el lugar ideal para que los bebés y niños pequeños pasen la mayor parte del día. Claro que a veces debemos llevarlos con nosotros a hacer los mandados, pero no podemos esperar que un niño pequeño se comporte de lo mejor en cenas con amigos, largas tardes en el centro comercial o cuando sus días están cargados de actividades planeadas.
2. No tenga miedo ni se tome el mal comportamiento como algo personal. Cuando los niños se comportan mal en mis clases, a menudo los padres se preocupan de que su hijo resulte ser un niño consentido, bravucón o agresivo. Ahora, cuando los padres proyectan estos miedos, eso puede causar que el niño internalice esas imágenes negativas o al menos note la tensión de los padres, lo cual suele empeorar el mal comportamiento.
En lugar de etiquetar la acción de un niño, aprenda a cortar el comportamiento de raíz al rechazarlo con indiferencia. Si su hijo le tira una pelota a la cara, trate de no enojarse. Él no lo hace porque usted no le caiga bien ni tampoco es malo: le está pidiendo (al estilo niño) los límites que necesita y tal vez no esté recibiendo.
3. Responda en el momento, con calma, como un director ejecutivo. Encontrar el tono adecuado para poner límites puede llevar bastante práctica. Últimamente, he estado animando a los padres que tienen dificultad con esto a que imaginen que son un exitoso director ejecutivo y su hijo un respetado subalterno. El director corrige los errores de otros con eficacia de mando y lleno de seguridad en sí mismo. No usa un tono de interrogación inseguro, ni se enoja o se pone sentimental.
Nuestro hijo necesita sentir que su comportamiento no nos pone nerviosos y no nos mostramos ambivalentes a la hora de imponer reglas; encuentra consuelo cuando no nos cuesta esfuerzo estar a cargo.
Los sermones, las reacciones emocionales, los retos y los castigos no aportan al pequeño la claridad que necesita, y pueden causar tanto culpa como vergüenza. Una indicación simple, carente de emoción, como “No dejaré que hagas eso; si lo tiras de nuevo te lo quitaré”, mientras al mismo tiempo impedimos el comportamiento con las manos, es la mejor respuesta. Pero debe reaccionar inmediatamente. Una vez que el momento ha pasado es demasiado tarde; espere a la siguiente oportunidad.
4. Hable en primera persona. A menudo los padres adquieren el hábito de llamarse a sí mismos “mami” o “papi”. La etapa que va entre alrededor de los 12 meses y los 3 años es el momento de cambiar a la primera persona para tener una comunicación lo más sincera y directa posible. Los niños ponen a prueba los límites para aclarar las reglas. Si digo: “Mami no quiere que Ema le pegue al perro” no le estoy dando a mi hija la interacción directa (entre “tú” y “yo”) que necesita.
5. No utilice la técnica de tiempo fuera. Siempre me acuerdo de cuando Magda Gerber preguntaba con su acento húngaro de abuela: “¿Tiempo fuera de qué, de la vida?”.
Magda creía en el uso de un lenguaje sincero y directo entre padres e hijos. No creía en los artilugios como el “tiempo fuera”, especialmente para controlar el comportamiento de un niño o castigarlo. Si un niño se porta mal en una situación pública, por lo general está indicando que está cansado y perdiendo el control, y que necesita irse.
La manera respetuosa de manejar esta situación es levantar al niño y llevarlo al coche para volver a casa, aun si grita y patalea. A veces un niño tiene un berrinche en casa y necesita que se lo lleve a su habitación para revolcarse y llorar en nuestra presencia hasta que recupere el autocontrol. Estos no son castigos sino respuestas comprensivas.
6. Consecuencias. Para un pequeño, la mejor manera de aprender disciplina es cuando experimenta las consecuencias naturales de su comportamiento, en lugar de recibir un castigo desconectado como el tiempo fuera. Si un niño tira comida, se acaba la hora de comer. Si un niño se niega a vestirse, hoy no vamos al parque. Estas respuestas de los padres apelan al sentido de justicia de un niño. Es posible que de todos modos reaccione de manera negativa a la consecuencia, pero no se sentirá manipulado ni avergonzado.
7. No rete a un niño por llorar. Los niños necesitan reglas para el comportamiento; sin embargo, sus respuestas emocionales a los límites que les ponemos (o a cualquier otra cosa, venido el caso) deben permitirse, incluso alentarse.
La etapa que va entre alrededor de los 12 meses y los 3 años puede estar llena de sentimientos intensos y contradictorios. Es probable que el niño necesite expresar enojo, frustración, confusión, agotamiento y decepción, especialmente si no recibe lo que quiere porque hemos puesto un límite. El niño necesita la libertad de expresar sus sentimientos libremente sin nuestra crítica. Quizá necesite una almohada para darle golpes; dele una.
8. Amor incondicional. Dejar de mostrarle cariño como una forma de castigo enseña al niño que nuestro amor y apoyo cambian en un instante: se evaporan debido a su mal comportamiento pasajero. ¿Cómo puede promover esto un sentimiento de seguridad?
El artículo de Alfie Kohn publicado en el New York Times en 2009 y titulado “Cuando el ‘te quiero’ de los padres significa ‘haz lo que te digo’” (título original: “When A Parent’s ‘I Love You’ Means ‘Do As I Say’”) explora el daño que causa este tipo de crianza condicional; el niño llega a estar resentido con los padres, a desconfiar de ellos y a tenerles antipatía. Al mismo tiempo siente culpa, vergüenza y falta de autoestima.
9. NUNCA dé una nalgada. Lo más perjudicial para una relación de confianza son las nalgadas, que además son indicadores de comportamiento violento futuro. En su artículo “Los efectos a largo plazo del castigo físico” (título original: “The Long-Term Effects of Spanking”), Alice Park presenta los resultados de una investigación reciente que señala: “… la prueba más contundente hasta el momento de que la respuesta a corto plazo de las nalgadas podría hacer que el niño se comportase peor a la larga. De los casi 2.500 pequeños que participaron en la investigación, los que recibieron nalgadas con frecuencia a los tres años tuvieron mucha más probabilidad de ser agresivos al llegar a los cinco años”.
Causarle dolor a un niño a propósito no puede hacerse con amor. Sin embargo, lo triste es que a menudo el niño aprende a asociar los dos.
Amar a nuestro hijo no quiere decir mantenerlo feliz todo el tiempo y evitar las peleas de voluntades. A menudo significa hacer lo que nos resulta más difícil: decir que “no” y atenernos a eso.
Nuestro hijo merece respuestas sinceras y directas de nuestra parte para poder internalizar lo correcto y lo incorrecto, y desarrollar el autocontrol auténtico necesario para respetar a los demás, así como para ser respetado por otros. Como escribió Magda en Dear Parent – Caring for Infants With Respect (Estimado Padre: Cuidado del niño con respeto): “El objetivo es lograr la disciplina interior, la confianza en sí mismo y el deleite en el acto de colaboración”.
(Traducción al español por Alejandra Hayes)
Para una guía completa de este enfoque respetuoso, puede consultar mi libro:
“Hacia otro nivel de cuidado: Guía para la crianza con respeto”